“Nosotras además de racismo sufrimos machismo”

Sara Montesinos (Agència Talaia)
Fotografía: Berta Roig

 

Siham tiene 18 años y vive en Barcelona, donde alquila una habitación. Actualmente combina las prácticas del curso de monitora con el curso de cuarto de la ESO. Quiere ser educadora social, lo tiene clarísimo. Siham llegó en Catalunya con 16 años, después de un largo trayecto desde Knifra hasta Tànger y desde Cadis hasta Gerona.

El trayecto de Aicha fue diferente, el año 2019, a sus 17 años, llega en Catalunya con su familia y visado de turista. Días después, sus padres vuelven a Ksar Kbir, en Marruecos, pero ella y su hermano pequeño, que entonces tenía 14 años, quieren quedarse. “Tuvimos una discusión familiar, sobre todo con mi padre”, explica Aicha, “mi madre me animaba a quedarme para intentar tener un futuro mejor que allí. Yo quería quedarme y lo más difícil, que era cruzar la frontera, ya lo había hecho”. Finalmente, pese a que su padre no viera que esa fuera una opción para una chica, dejaron que se quedaran en Cataluña.

Aicha recuerda con miedo la noche en la comisaría de Mossos d’Esquadra, donde iniciaron el proceso de protección de la infancia y adolescencia. “Pasamos mucho miedo, nos decían que tendríamos que volver a nuestro país, que no nos podíamos quedar aquí, que aquí no podríamos trabajar ni estudiar. Fue la peor sensación de la mi vida, tenía mucho miedo de que me devolvieran a Marruecos. Me decían que los centros estaban muy mal, que eran mixtos y que habría chicos, alcohol y drogas”, explica Aicha.

Finalmente fue trasladada al centro de Palautordera, momento en que la separaron de su hermano. “Nunca perdimos el contacto, el venía de vez en cuando, ya que a nosotras no nos dejaban salir solas”, explica. En Palautordera conoció a Siham y a Mariam. En cumplir los 18 años y entrar en lo que nombran edat d’habitatge, tuvieron que irse. Ahora alquila una habitación en un piso compartido en el que también vive Mariam. Aicha ha conseguido la homologación del bachiller que hizo en Marruecos i ahora ha hecho la inscripción para cursar el Grado Superior de Integración Social.

 

Mariam nació cerca de Khenifra, en Marruecos, y hace dos años y medio que llegó en Cataluña, después de un trayecto en pastera y autobús, donde conoció a Siham antes de cruzar el estrecho en pastera. Las dos son las hermanas pequeñas de sus familias y vivían con sus padres cuando les dijeron que querían irse de Marruecos. “Yo tengo una hermana en Italia y ella me animó a irme, hablé con mis padres pero al principio no querían porque el camino es muy difícil”, dice Mariam. A Siham le pasó lo mismo, sus padres tenían miedo que se fuera. “al final, cuando te ven con tantas ganas de irte, lo asumen».

Según datos del informe de la DGAIA de 2021, sólo el 4’1% de niños y jóvenes migrantes sin referentes son chicas. 

 

Como perciben la migración las chicas?

Aicha cree que muchas familias ven las chicas como personas vulnerables “en cambio los chicos son caballeron que pueden cruzar fronteras y subirse a una pastera porque son fuertes, nosotras  somos princesas que no podemos salir porque nos falta fuerza”. Mariam, además, considera que muchas de las mujeres y chicas de Marruecos asumen el cuidado de familiares, cuidando madres y padres, y eso hace que o puedan o quieran irse.
Las jóvenes explican que hay familias que consideran que las chicas no pueden estudiar y trabajar, que no están preparadas como los chicos, a la vez pero, aseguran que “ha personas machistas, no países machistas”, y que todo recae en su educación, que las nuevas generaciones van abriendo camino y cambiando muchas cosas.

“Vienen menos chicas porque tienen miedo, també sus familias”, dice Mariam, “si no fuera por este miedo, vendrían más.
La mayoría de las chicas de Marruecos quiere venir aquí”
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Los motivos para migrar, opina Mariam, son para todo el mundo los mismos, poder construir un futuro mejor. Todas tres coinciden con que estudiar allí no da frutos si no tienes dinero. “Tengo muchos amigos que han estudiado y no tienen trabajo, por eso decidí probar suerte”, dice Siham. Aicha añade que quien tiene dinero es quien trabaja, quienes han ido a las mejores universidades y escuelas privadas “sabemos que esto no es el paraíso, pero económicamente es mejor que Marruecos”. 

En llegar pero, coinciden también que las expectativas previas divergen de la realidad, Siham asegura que “cuando estás allí piensas que aquí las cosas son más fáciles, pero no” también Mariam ”cuando estás allí crees que en llegar todo será rápido, pero en realidad tienes que esperar mucho y tener mucha paciencia”.

Todas tres han visto como su proyecto migratorio era diferente del de otros jóvenes, por el hecho de ser chicas. Se han sentido más aisladas y menos atendidas por parte de educadores y educadoras «como no dábamos problemas, no jugaban ni estaban tanto con nosotras» recuerdan.

 

Ser mujer, una discriminación añadida

Cono todo, tanto Aicha como Mariam y Siham, son conscientes que el racismo afecta a todos y cada uno de los jóvenes que migran “si un chico hace alguna cosa mal, parece que todos sean igual de malos”, dice Mariam. Aún y así, saben también que ser mujeres las afecta de diversas maneras en origen, trayecto y destinación de su proyecto migratorio; “nosotras tenemos más problemas que los chicos, sabemos que sufrimos racismo, y no es fácil, pero nosotras somos chicas, además de racismo sufrimos machismo”, explica Aicha, “yo, como llevo el velo, también sufro islamofobia”.

Racismo, machismo, islamofobia y un sistema fronterizo que prohíbe que las personas busquen futuros dignos. “Todos quieren encontrar una vida mejor, sea de donde sea», dice Aicha sonriendo.

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