Historias de mentoría: conoce a Isiaga y Leticia
Issiaga y Leticia explican riendo que nunca jamás se hubieran conocido. Que era imposible que sus caminos se cruzaran. Esta es la magia del proyecto Referents. Dos personas que nunca coincidirían de manera natural acaban estableciendo un vínculo de confianza, una relación única, que se cuece a fuego lento, con tiempo y dedicación. Son una de las parejas del proyecto Referents.
En solo 5 meses que hace que se conocen, Issiaga ha visitado más museos que cualquier joven de su edad y, probablemente, que muchos de nosotros. “Hemos ido al Museo de la Música, al Museo Picasso, al del Diseño y al Etnológico y de Culturas del Mundo (MUEC). Ah… y también al Museo Torre Balldovina en Santa Coloma de Gramenet. Leticia es una gran buscadora de museos”, explica riendo. “Ella me lo propone y decidimos juntos”.
También han andado. Mucho. Kilómetros y kilómetros por Barcelona y por el Parque fluvial de Santa Coloma de Gramenet. Momentos para compartir. “Andando se conoce mucho la gente y aprovechamos para hablar”, dice Leticia. “Al principio yo pensé: ya veremos qué tal funciona… Pero ahora todo es fácil. Nos hemos explicado muchas vivencias, de buenas y de malas. Y hemos conectado”.
La energía transformadora de la mentoría social
Leticia comenta que, después del estallido de la Guerra de Ucrania, se planteó hacer voluntariado. Todo apuntaba que acabaría acompañando personas refugiadas de este país. Pero buscando encontró el web de Punt de Referència y le pareció una propuesta interesante. “Tengo que reconocer –argumenta– que no había oído hablar nunca de mentoría social. Pero, como tengo hijos jóvenes, he vivido y les he acompañado en el paso de la adolescencia a la juventud y te das cuenta del papel que puedes hacer”. Preguntó a personas del sector si Punt de Referència era una entidad seria: “Y todo el mundo me dio muy buenas referencias –explica–. Y realmente es así porque sois grandes profesionales. Hacéis un gran trabajo, pero, además de manera muy profesional”.
La fuerza de la sonrisa
Juntos reviven el primer día que se conocieron. “Vine al local de Punt de Referència, porque Marina, la educadora del proyecto Referents, me llamó para que conociera a mi mentora”, recuerda Issiaga. “Nos dejaron solos en una sala. Para mí es importante la manera cómo me comunico con la gente y creo que con la sonrisa me va muy bien. La conocí y pensé que era buena persona y podía seguir con ella. También es verdad que me venían muchas cosas a la cabeza: ¿qué haré con ella?”. Por su parte, Leticia, lo vivió “ilusionada, pero también con una incertidumbre de cómo irá todo. Yo no sé qué puedo aportar, pensé. Si sabré qué hacer… Llamé a Marina para explicarle”.
La figura de Marina Montoya es la tercera pieza de este rompecabezas afectivo, el tercer vértice del triángulo que permite que la mentoría social pueda funcionar. Un triángulo dibujado entre la persona mentora, la juventud y la persona del equipo educativo. Marina hace de bisagra entre las inquietudes y necesidades de Issiaga y también las de Leticia. “La relación establecida entre ellos dos es la muestra que el vínculo, la confianza y el hecho de reconocer al otro tiene un gran poder para transformar realidades. La afectividad, el reconocimiento y la confianza son herramientas contundentes de empoderamiento en el camino hacia la emancipación de todos los chicos y chicas”, explica Marina.
Después de más 150 días apoyando a Issiaga, Leticia recomendaría al 100% vivir la experiencia: “Vale mucho la pena. Es gratificante y, a la vez, te enriquece como persona. Aprendes a mirar con otros ojos y a entender los procesos migratorios, acercándote a otras realidades. Y también tengo que reconocer que es muy intenso emocionalmente. Mucho más del que pensaba”.
Una vida de superación
Según datos de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia, en Cataluña hay más de 7.700 niños y jóvenes tutelados. El sueño que supone hacer los 18 años y ser mayor de edad, para ellos y ellas, supone tener que dejar de contar con este apoyo y afrontar la emancipación de manera repentina y, muchas veces, sin poder tener la familia cerca, sobre todo, para jóvenes migrados como Issiaga.
Él tenía una red social débil y nada de conocimiento del entorno cuando llegó aquí hace dos años, cuando tenía 17, desde su país de origen, Guinea Francesa. Las trayectorias y orígenes de los jóvenes que migran solos son diversas y complejas. La de Issiaga es una historia de superación que se desencadena a raíz de la muerte de su madre. “Antes estudiaba, pero ahora estoy trabajando. Cuando pueda, mi objetivo es sacarme un Ciclo de Grado Superior. Leticia me anima a continuar trabajando y a estudiar”, dice sin perder su eterna sonrisa.
“La vida de Issiaga ha sido muy complicada si la comparo con la de mis hijos –reflexiona Leticia– que tienen comodidades y todo es más fácil para ellos. Esto me ha hecho pensar que, a veces, no valoramos nada de lo que tenemos. La suerte es que veo que, ante una situación difícil, Issiaga sabe salir adelante. Es valiente, si no lo fuera, no estaría aquí. Es una persona fuerte, con ganas de aprender y con las prioridades claras, porque él me pregunta, pero tiene siempre las prioridades claras”.
Issiaga escucha atento y habla sin perder su sonrisa infinita. “He empezado a cambiar y continuaré haciéndotelo. Quiero vivir aquí porque es aquí donde estudiaré”. Y lo tiene clarísimo: “Saldré solo del país para hacer turismo y conocer lugares nuevos como el día que paseé por el Parc de les Aigües con Leticia y vi los límites de Barcelona, el mar y el color verde del bosque. ¡Me encantó!”.
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