«Me dijeron que podía tener una vida como la de una familia, con alguien cerca para tirar adelante”

 

  • Familias del territorio apuestan por acogidas integrales de jóvenes que migran solos para acompañarles en su proyecto de emancipación.

  • El Proyecto Acoge de Punt de Referència, nacido el año 2002, confirma que en un 70% de los procesos el vínculo se mantiene aún hoy.

Sara Montesinos
Fotografías: Berta Roig

 

“Moha trae mucha paz en casa”, dice Lali mientras deja unos vasos de agua en la mesa. Ella ríe y se cubre la cara con las manos, entre vergüenza y una sonrisa. Hace ya cerca de dos meses que compaten piso en Sants y la complicidad se respira en las miradas. 

   

Lali tiene 64 años y ha vivido siempre en Barcelona, hace unos tres años, en la cooperativa de consumo del barrio conoció una familia que había acogido un joven en casa. La conversación la llevó a reflexionar, ella tenía espacio en casa, sus cuatro hijos ya se habían ido y siempre había estado acostumbrada a convivir con muchas personas. Así, decidió informarse en Punt de Referència y, después de hacer la formación como futura acogedora, recibió a Prasana en casa, un joven de Sri Lanka con quien compartieron vivienda durante un tiempo. Ahora, tres años después, en casa viven, a parte de Mohamed y Lali, dos jóvenes más en proceso de emancipación. “La duda más grande que tenía era si sabría hacerlo bien” dice Lali, “es importante entender que no soy su madre, y quería hacerlo bien. Ahora, lo más positivo es aprender cada día a hacerlo mejor para que él esté bien, sin agobiarlo”. Mohamed, que continúa riendo, nos cuenta que al salir del centro le propusieron conocer el Proyecto Acoge, viviendo con Lali podría tener alguien que lo acompañara, estar más tranquilo y dedicar más tiempo a formarse. “Hago muchas clases y entreno a futbol, tengo un objetivo marcado y estando con Lali todo es más fácil”.

 

Cinco años después de la constitución de la asociación Punt de Referència el año 1997, el 2002 se inicia el Proyecto Acoge con la intención de seguir acompañando jóvenes de la entidad de entre 18 y 21 años pero con la especificidad de hacerlo con jóvenes migrantes sin referentes adultos en el territorio. “Estos jóvenes sufren un grado más en el factor de la vulnerabilidad y este proyecto se piensa para ellos”, explica Bàrbara Bort, educadora del Proyecto Acoge.

En estos dieciocho años, una cincuentena de familias y núcleos de convivencia han participado del Proyecto Acoge acogiendo jóvenes en casa, algunos de ellos, repitiendo el proceso con diferentes personas. Según los datos de Punt de Referència, más de un 70% de los vínculos han perdurado en el tiempo, hasta a día de hoy. La mayoría de acogidas se dan en Barcelona o en el área metropolitana, los principales puntos de acción de la entidad. A nivel de género, debido principalmente la diferencia de los procesos migratorios, una de cada cuatro personas acogidas son chicas. Actualmente, este primer trimestre de 2021, hay dos acogida activas y dos acordadas a punto de empezar.

Las primeras formaciones empezaron a finales de 2002, y el marzo de 2003 llegó Jordi en casa de Mercè y Pep, hace ya 18 años. El joven georgiano, que llegó con 15 años y vivió hasta los 18 entre centros de menores y pisos tutelados, llegó a Mataró meses después de una campaña de sensibilización con familias que animó a Pep y a Mercè a acoger. Recuerdan, pero, que no era un proyecto sólo de ellos dos, “tenemos dos hijas, que en aquel momento también rondaban los 18 años, toda decisión al respecto tenía que ser de los cuatro, se lo explicamos y les hizo mucha ilusión”. Así se amplió esta familia mataronina que a día de hoy ha crecido más aún con nietas, que son primas entre ellas. 

“El objetivo principal del Proyecto Acoge es aportar a la juventud participante un entorno de calidez y seguridad donde, mediante el vínculo afectivo, poder entrenar las habilidades para la emancipación y, a la vez, ampliar su capital social”, dice Bàrbara, “es por eso que el acuerdo son 9 meses de acogida, prorrogables a una segunda estada”. En el día a día de las acogidas, los jóvenes entrenan aspectos como las habilidades de compra, la limpieza, la cocina o el seguimiento de los casos con la administración  pública que también son importantes per garantizar una buena trayectoria. Hay también otros objetivos para consolidar la emancipación, básicamente el acceso a la formación y el acceso a la vivienda”, acentúa Bàrbara, “sin un permiso de residencia no pueden acceder a formación o trabajo y per tanto tampoco a una vivienda, además de todo el resto de dificultades que afrontan las personas racializadas”. En este sentido, también ha cambiado la situación en general, el año 2002, más del 90% de personas tenían permiso de trabajo y trabajaban, “ahora la situación ha cambiado y más del 90% de jóvenes están estudiando. Todo eso nos da mucho más espacio también para construir el vínculo afectivo y, a la vez, acompañar en la consolidación del proyecto de futuro.

 

También Mònica y Hamza mantienen el contacto después de 14 años de haber convivido en el marco del Proyecto Acoge. Por entonces, Mònica se planteaba ofrecerse para el rol de referente, pero finalmente se animó a participar también de las acogidas. Hamza llegó al Estado Español también con 15 años, y después de pasar por Algeciras y Madrid, vivió en centros de menores hasta la mayoría de edad. “Todo fue muy natural”, dice Mònica, “yo conocía Punt de Referència y la realidad de estos chicos y chicas que viajaban solos, tenía espacio en casa y quería ayudar”.  Hamza, pero, confiesa que estaba muy perdido:

“Después de casi dos años en un centro, cuando salí no sabía donde ir ni qué hacer, me sentía muy solo. Me dijeron que había un programa de acogidas, donde podía tener una vida como la de una familia, con alguien al lado para tirar adelante y conocer más gente. Así apareció Mònica, que acabó siendo mi madre, mi familia en el Estado Español”.

Este pasado febrero, Hamza y Mònica se han reencontrado para conocer la hija que él ha tenido recientemente. Un encuentro de recuerdos y memorias compartida que resumen un vínculo muy importante para los dos. “Al final es una relación de amistad, yo lo acompañé, pero él también me ha acompañado a mi, ya no sabes quien hace de referente a quien, somos dos personas que se han encontrado”, explica Mònica, “todo fue  muy intenso, y cuando se fue lo pasé muy mal”.

Tanto Jordi como Hamza, una vez acabado el proceso de nueve meses en el Proyecto Acoge, y haberse emancipado, las vueltas de la vida les hicieron volver a casa con sus respectivas familias acogedoras. Tanto ellos, como en el resto de casos, han continuado con los vínculos hasta día de hoy y la relación de apoyo y acompañamiento muto es bien viva aún. 

 

Los orígenes y las trayectorias de los jóvenes que migran solos son diversas y complejas. En el caso de Eliana, que se tuvo que ir de un país en guerra, el trayecto fue un poco más sencillo que el de otros jóvenes. Tenía 19 años cuando llegó a Cataluña desde Siria.  Pudo salir de su país gracias a un programa universitario que permitía a estudiantes sirianos viajar a Barcelona, después de mucha burocracia en la embajada del Líbano. 

“Cuando me hablaron del Proyecto Acoge me entró miedo, me daba miedo todo lo desconocido. No sabía cómo sería la familia, cómo me sentiría yo, qué haría y qué no haría”, confiesa Eliana, “pero cuando conocí a María vi que era más una relación de amigas y fue muy fácil. Ahora tiene 23 años y estudia odontología, la misma profesión que ejerce Maria “fue muy curioso que las dos optásemos por la misma profesión y que yo estudie en la universidad donde fue ella”. En su caso, después de una primera etapa de ocho meses, las dos decidieron continuar, según dice Eliana, les era difícil separarse y vivieron juntas cerca de dos años. 

 

El Proyecto Acoge se valora muy positivamente para las personas que participan. Eliana asegura que es muy importante que otros jóvenes que migran solos puedan tener la oportunidad de pasar por un proceso así y argumenta la importancia que tiene para el crecimiento personal de las y los jóvenes así como el hecho de no sentirse solos y compartir la vida con alguien.

Dicen que la familia no es sólo aquella de sangre, y mientras Mercè y Pep hacen de abuelos en Mataró, Mònica conociendo la hija de Hamza comiendo juntos en Sant Adrià y Maria y Eliana salen juntas a hacer deporte; en un piso de Sants, Lali y Mohamed se sientan a la mesa de la terraza con dos libretas. Ella mira de aprender árabe y el, con una página apaisada de hojas cuadriculadas, escribe en cuatro columnas los días de la semana en catalán, castellano, inglés y francés.

 

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