Que las fronteras no sean muros


Pere Vilaseca

Maestro jubilado, sigue impartiendo formaciones y acompañando a equipos docentes en el camino hacia una evaluación cada vez más formativa e inclusiva. Colabora con Rosa Sensat en el grupo de trabajo AxA. Es miembro de Mataró Acull y de Obrim Fronteres. Junto con Lourdes somos padres de una hija y dos hijos y abuelos de siete nietos.

 

Construir comunidad

Cuando decidimos abrir las puertas de casa a un joven sin documentación, no sabíamos exactamente qué nos esperaba. Pero intuíamos algo esencial: que la acogida no es solo un acto de solidaridad, sino una manera de vivir de acuerdo con nuestra condición más profunda: la de seres humanos conectados.

En un mundo herido por la desconexión, el individualismo y el miedo al otro, acoger es un acto de resistencia humana. No es un acto de caridad. Es un acto de comunidad, de reconocimiento mutuo. No se trata de “dar”, sino de compartir, de estar disponibles, de construir un vínculo con alguien que, aunque venga de lejos, forma parte de nuestra misma humanidad.

Las identidades a menudo parecen reducirse a documentos, permisos y situaciones legales. Ningún papel puede resumir la complejidad, la dignidad y la fuerza de una persona. Antes que ciudadanos, somos humanos. Antes que extranjeros o nacionales, todos somos vulnerables, capaces de amar, de sufrir, de crear vínculos…

Abrir la puerta no es un gesto heroico, sino un retorno a lo que realmente somos: seres capaces de reconocerse en el otro, de tender una mano, de construir relaciones que rompan muros y desconfianzas. Este gesto es en realidad una afirmación radical: la vida, en esencia, depende de la capacidad de amar y ser amada, de compartir y ser acogida.

El entorno también se transforma

En nuestro caso, hemos tenido el privilegio de acoger a dos jóvenes en momentos distintos. Ambos venían de historias marcadas por la incertidumbre o incluso el miedo, la exclusión… pero también con una fortaleza impresionante. Nos han enseñado a mirar el mundo desde otra perspectiva, a hacer espacio al otro en nuestro día a día, y sobre todo a ampliar el sentido de lo que significa “familia”.

Seguramente, lo más valioso de esta experiencia ha sido ver cómo nuestra propia familia se ha sumado con naturalidad: nuestros hijos, los nietos y otras personas de nuestro entorno… Todos han podido conocer y convivir con personas que, a menudo, son invisibles. Y eso ha sembrado preguntas, compromiso y empatía.

Nos gusta pensar que esta convivencia ha contribuido a romper estereotipos, a poner rostro y nombre donde antes solo había etiquetas o prejuicios. Y que, en el fondo, estamos ayudando a construir una sociedad más abierta, menos temerosa y más humana.

Juntos hemos descubierto que acoger no es solo dar, también es recibir: historias, saberes, luchas, sensibilidades, cultura y, sobre todo, esperanza.

La acogida no se hace sola: el papel clave de Punt de Referència

Abrir nuestra casa a un joven ha sido una decisión que hemos tomado como familia, pero no lo hemos hecho solos. En ambos casos, hemos contado con el acompañamiento y el apoyo continuado de Punt de Referència, una entidad que trabaja en la transición a la vida adulta de jóvenes tutelados para que tengan una red afectiva y social cuando más lo necesitan.

Punt de Referència no solo nos ha facilitado todo lo práctico (trámites, información, orientación…), sino que ha estado a nuestro lado en lo más importante: cuidar el vínculo, escucharnos, ayudarnos a gestionar dudas, emociones, límites. Sin ellos, esta experiencia no habría sido igual de profunda, ni tan transformadora.

Acoger no significa improvisar. Significa hacerse disponible con sentido y con apoyo. Y eso es precisamente lo que ofrece Punt de Referència: una red donde la acogida es segura, acompañada y pensada para crecer juntos, tanto la persona acogida como la familia que acoge.

Una invitación a acoger y a perder el miedo

Para terminar, nos gustaría animar a otras familias o personas que viven solas a dar este paso.

Sabemos que no todo el mundo puede permitirse acoger a alguien en su casa. Pero mucha más gente de lo que imaginamos sí podría hacerlo, si supiera que no tiene que hacerlo sola y si comprendiera la riqueza que puede significar. No hace falta ser especial, solo tener espacio, aunque sea poco, mucha apertura y ganas de compartir vida y un poco de tiempo con alguien.

Vivimos en un mundo donde las fronteras se han convertido en muros. Sin embargo, cada gesto de acogida es una rendija de luz, una manera de decir: aquí hay lugar para ti.

Por eso, si alguna vez te has planteado abrir la puerta a alguien que llega a nuestra tierra sin red ni apoyo, te animamos a dar el paso. Infórmate. Habla con Punt de Referència. Y sobre todo, confía: porque acoger no solo transforma la vida de quien llega, también te transforma a ti.

Ayúdanos a acompañar las vidas de los jóvenes sin red de apoyo.
HAZTE SOCIO