Acoger a jóvenes me ha aportado una comprensión más profunda y amplia de la vida humana: entender a las personas
Isidre Carbonell es uno de los voluntarios fundadores de Punt de Referència y lleva casi 30 años vinculado a la misión de la entidad: acompañar a jóvenes sin red de apoyo en su proceso de emancipación para construir una sociedad más justa y equitativa. En esta entrevista hablamos de sus primeros vínculos con Punt de Referència, de las dificultades y retos de los jóvenes tutelados y extutelados, y de la importancia de las figuras de referencia en la vida de las personas.
¿Cómo te vinculaste con Punt de Referència?
Hace 30 años, estaba de vacaciones durante la Semana Santa y escuché en la radio al periodista Antoni Bassas entrevistando a una chica extutelada. En la conversación, ella explicaba su experiencia y la de sus compañeros, y remarcaba la necesidad de que estos jóvenes tuvieran un adulto que fuera una figura de referencia para afrontar la vida. Esa idea me pareció totalmente acertada. Por eso, apunté el número que la joven le dejó a Bassas. Una semana después la llamé, nos vimos, y en ese momento le dije que no podía ofrecerle un apoyo continuado, pero que podía contar conmigo puntualmente. Estos encuentros se basaban en darle mi opinión sobre cuestiones que ella me preguntaba.
¿Cómo recuerdas la etapa de arranque?
Recuerdo las ganas que pusimos los pocos que estábamos en ese momento para sacar adelante el proyecto. Había una convocatoria de La Caixa cuyo plazo acababa en dos días, y la directora de entonces se quedó hasta muy tarde haciendo papeles para poder presentarnos. Sobre todo recuerdo esas ganas, y lo demás fue surgiendo.
¿Cuál es la situación actual de los jóvenes? ¿Ha cambiado mucho respecto a cuando comenzó Punt de Referència?
Cuando empezamos, no había un número significativo de jóvenes migrantes tutelados o extutelados. La mayoría de los jóvenes tutelados lo eran por desamparo dentro de familias autóctonas: los padres no eran referentes válidos como adultos o no cuidaban de ellos, así que se los tutelaba.
Actualmente, estos casos siguen existiendo, pero se suman los jóvenes que llegan solos al territorio español y que aquí no tienen familia, por lo que también se los tutela.
Ahora están mezclados y hay un porcentaje más elevado de los que han migrado, en edad adolescente o más. En este sentido, la problemática de ambos perfiles es distinta y deben tratarse de forma diferenciada.
¿Cuáles son las principales diferencias?
A primera vista puede parecer mucho más complicado el trato con jóvenes migrantes, pero a veces los tutelados que han nacido aquí tienen dificultades invisibles y heridas emocionales profundas.
Hay un libro de una joven de origen ruso, adoptada por una mujer en Madrid, que explica su historia: cómo su madre biológica la abandonó en un orfanato de Rusia, y cómo, aunque ella sepa racionalmente que su madre adoptiva la quiere, vive siempre con ese miedo e inseguridad que proviene del abandono inicial.
La vida demuestra que, desde el primer momento, necesitamos ese vínculo con alguien mayor. Necesitamos socializar, tenemos un cerebro emocional, y cuando no lo tenemos, vamos cojos.
¿Por qué, desde el inicio, reivindicáis la importancia de la mentoría social como herramienta de acompañamiento?
Lo que tuvimos claro desde el principio era la necesidad de que los jóvenes tuvieran un referente, una figura en la que mirarse.
La vida demuestra que desde que nacemos necesitamos ese vínculo con alguien mayor: al principio para que nos alimente, después para caminar, etc. Necesitamos socializar, tenemos un cerebro emocional, y sin eso, vamos cojos.
La mentoría social podría haber tenido otro nombre. Lo importante, y lo sigue siendo, es cubrir esa necesidad de tener un referente. Esa figura ayuda a superar las dificultades de la vida. No porque exista una fórmula mágica, sino por el hecho de tener a alguien ahí, alguien que está a tu lado de forma incondicional. El simple hecho de hablar ya es una ayuda. Lo importante es la persona, no la etiqueta que tenga: sea maestro, tío o cualquier otra figura, lo que importa es lo que aporta al joven.
¿Crees que los derechos de los jóvenes tutelados y extutelados han mejorado desde la fundación de la entidad hasta hoy?
En el ámbito nominal diría que sí, pero en el emocional tengo dudas. Con “nominal” me refiero a que se habla más del tema y la causa es más visible. Antes, pegar a un niño no se veía como se ve ahora.
Me preocupa la distancia que hay entre quienes toman las decisiones y la vida real de estos menores.
En el ámbito social se conoce más esta problemática… Pero ¿qué papel crees que juegan las administraciones?
Lo que me preocupa del papel de las administraciones es la distancia que hay entre quienes toman las decisiones y la vida real de estos adolescentes. A menudo, la persona que decide internar a un menor en un centro no lo ha visto nunca. Primero, estos dirigentes deberían hacerse una idea de cómo es la realidad y después decidir. No soy muy optimista, porque veo que esa distancia es cada vez mayor.
¿Por qué crees que esa distancia está aumentando?
No sé el “por qué” con mayúsculas, pero el “por qué” con minúsculas tiene que ver con el tipo de vida que estamos creando, cada vez más capitalista, donde recortamos en costes y también en esfuerzo.
Tomar decisiones rápidas implica implicar a menos personas en el proceso. Derivar sin conocer a la persona también tiene que ver con ese modelo de sociedad que estamos creando.
A lo largo de los años has acompañado a jóvenes de distintas maneras. Una de ellas ha sido abrir tu hogar para convivir y ofrecer un espacio seguro. ¿Qué le dirías a alguien que se está planteando acoger?
Le diría que lo haga, porque es una buena forma de conocer y abrir la mente. Siempre con formación previa, conocimiento del tema y acompañamiento técnico. Estos jóvenes tienen muchas heridas y, a veces, pueden hacer algo que no entenderás. Tal vez pienses que has hecho algo mal, o que están enfadados contigo, y no es eso, sino que es fruto de su biografía. Por lo tanto, hay que tener paciencia para ayudarles.
¿Qué te ha aportado acoger?
Una comprensión más profunda y amplia de la vida humana: entender a las personas. Experimentar conexiones profundas que me han enriquecido mucho. Me ha aportado no ser simplista al mirar a las personas.
¿Qué crees que necesita la juventud para poder construir su futuro?
Tener cubiertas las necesidades básicas, como un lugar donde vivir. Un referente que los motive y les ayude a ver que son capaces de lograr cosas. Los jóvenes necesitan a alguien que confíe en ellos. También, una red de relaciones sociales que les haga sentir parte de un todo. Actualmente, los jóvenes tienden a tener relaciones entre ellos absolutamente superficiales y de carácter festivo, y necesitan vínculos de más calidad y profundidad.
Los retos del joven tutelado en la emancipación son los mismos que los de cualquier joven, pero con más dificultades y menos oportunidades. Todo es más complicado.
¿Cuáles crees que son los principales retos y/o dificultades que enfrenta el joven extutelado en su emancipación?
Los mismos que cualquier joven, pero con más dificultades y menos oportunidades. Todo es más complicado. El joven extutelado arrastra angustias, miedos y resentimientos profundos. La situación económica de un joven no tutelado también es complicada: no pueden independizarse, pero suelen tener más red y apoyo de su entorno.
¿Qué lección destacarías de todos estos años vinculado a Punt de Referència?
Me quedo con la motivación de las personas que trabajan en la entidad, tanto las educadoras de los pisos como las de mentoría. Esa motivación la saben transmitir muy bien en las formaciones. Por otro lado, en mi vida profesional he sido educador, y todo lo que iba aprendiendo en Punt de Referència me complementaba y enriquecía: analizando a los jóvenes, hablando con familias, con los equipos educativos…
¿Qué te llevas a nivel personal de esta trayectoria como voluntario?
Colaborar y contribuir en un proyecto que vale la pena. Ayudar a buscar luz en situaciones complicadas.
¿Qué te gustaría decir para cerrar la entrevista?
Todos podemos ser importantes para los demás. Por lo tanto, se trata de encontrar a las personas y los espacios donde cada uno pueda aportar. Hay mucho trabajo por hacer. La vida es complicada y, al mismo tiempo, preciosa y apasionante. Todo lo que ayude a que las personas puedan ver esto, vale la pena.